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El confinamiento extremo de mi madre nonagenaria, entregada a la compañía imaginaria de su lectura y al hilo de nuestras charlas telefónicas

mamá leyendoYa lleva más de siete días confinada en su habitación o “encerrada como un pajarito”, como ella misma describe. Está en compañía de otra residente, que digámoslo así, no es ni su amiga, ni un familiar, ni una persona afable, ni empática, sino que es una persona arisca, huraña y que permanece en continua somnolencia o letargo, según nos ha contado mi madre en alguna ocasión, aprovechando que su compañera estaba en el cuarto de baño.

Su aislamiento empezó el 27 de marzo, cuando los responsables de la residencia aplicaron el “Plan de contingencia”, delimitando diferentes áreas y redistribuyendo a los residentes (afectados por el Covid-19, con síntomas o asintomáticos), y ahí tenemos a mi madre, con sus 91 años lidiando con el temor al contagio del virus, conviviendo con realidades inquietantes de afectados (cuidadores y residentes), y ella entregada a su lectura, su compañía imaginaria que le ayuda a soportar la soledad.

Hablamos con ella cada día, la llamamos a su teléfono móvil o a veces nos llama ella. Ahora, en este momento en el que sólo podemos oírnos o vernos a través de una pantalla, reconozco el acierto de mi determinación y tenacidad hasta conseguir que aprendiese a manejar el móvil, una pieza clave en este momento. Cada tarde, el hilo de su conversación atraviesa los muros de su habitación, le pone voz a los personajes de su novela, y yo la escucho ilusionada, porque compruebo que le agrada que escuche su relato y que de vez en cuando le pueda ayudar a recordar algún detalle o aclararle alguna situación que no le quedó del todo clara, aunque es verdad que siempre termina diciendo, “no sé si voy a poder leer más, ¿eh?, porque tengo los ojos muy cansados y me duele la espalda de sujetar este libro tan gordo.”

Leyendo

 

¡Vamos mamá, no pares de leer y sigue contándonos la vida de Sira, Ignacio, Ramiro, Gonzalo, Marcus, Candelaria, Manuela…! Has superado bastante bien la primera semana de tu duro confinamiento, así que aguanta, sigue desplegando tu mejor actitud y energía, porque necesitáis estar aislados y protegidos.

Es posible que el propósito de salir a pasear por el pasillo un ratito y por turnos, tampoco se haga realidd esta semana, pero no queda otra, ¡resiste y cuídate mucho, mamá! 😦

«Leemos para saber que no estamos solos». William Nicholson.

Lectura para dos

Lectura para dos

Lectura en voz alta
Lectura en voz alta

Este verano he disfrutado de entrañables momentos leyendo en voz alta con mi madre, una persona mayor, que en su infancia casi no pudo asistir a la escuela y que «lo poco que sabe es gracias a su empeño y a lo que le enseñó su madre», como le gusta contarnos…

Al quedarse sola, cuando murió mi padre, (Mis sentimientos no se los ha tragado la tierra) empezó a aficionarse a la «lectura en solitario»;  pero este verano, madre e hija, hemos compartido momentos emocionantes y divertidos con la  «lectura en compañía«.

Afán de superación
Afán de superación

Como todo lo bueno se acaba, a partir de mañana ya sólo podremos comentar por teléfono las historias de los personajes y cada una tendrá que seguir leyendo en solitario.

Fin del verano
Fin del verano

 

 

 

 

 

Gracias mamá, me encantan tus preguntas, tu curiosidad, tus ganas de seguir aprendiendo a tus 83 años, y que  tu afán de superación siempre lo mantengas vivo. 😉

GRAMAJE, V.R. (2011). Cuando leas esta carta. Círculo de Lectores
GRAMAJE, V.R. (2011). Cuando leas esta carta. Círculo de Lectores
DUEÑAS, M. (2010). El tiempo entre costuras. Círculo de Lectores
DUEÑAS, M. (2010). El tiempo entre costuras. Círculo de Lectores